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martes, 26 de octubre de 2010

LA CULTURA SOBRE SEGURIDAD VIAL EN TRUJILLO
"Pase usted, Señor Carro"  o
"Pase usted, Señor Peatón"
INTERFORUM Y DESARROLLO HUMANO,  COLEGIO DE RELACIONISTAS PÚBLICOS DEL PERÚ LA LIBERTAD Y RED DE PRENSA TURISTICA DEL PERÚ - REPTUR  INICIAN CAMPAÑA

En cualquier esquina, donde no hay semáforo ni policía de tránsito, cuando un peatón quiere cruzar la pista tiene que mirar -¡si o si!- a sus cuatro lados: al frente, a su costado izquierdo, a su costado derecho  y a su atrás (o sea a su espalda). Su cabeza gira, y si no gira, sus ojos miran con el “rabito del ojo”, a hurtadillas, para visualizar que no hay carro a la vista. Como el parque automotor se ha incrementado en forma significativa, a semejanza de los carros alegóricos del Festival Internacional de Primavera, en fila india desfilan los “Señores Carros”, con sus reyes y reinas (los choferes; porque los conductores se quedaron en casa).

No hay remedio (ni en las farmacias). Hay que esperar con paciencia de tortuga que pasen todos los “Señores Carros” que vienen raudos, como si estuvieran en una autopista. El tiempo les gana y los seres humanos que van en la unidad móvil -especialmente los choferes- son muy importantes. Si no llegan a tiempo a su destino la sociedad  se detendría. Entonces, Dios mío (“Oh, my god”),  ¡qué nos haríamos (los peatones)! si  ellos  (los “Señores Carros”) no llegan a tiempo a su destino. Por esta razón, el peatón tiene que decir -mentalmente- con resignación: “Pase usted, Señor Carro”, mientras espera su turno para cruzar la pista.


¿No lo sabía”?
El tiempo de oro también le pertenece al peatón; no sólo al “Señor Carro”. ¡Qué! ¿No lo sabía “Señor Carro”? ¡Pues bien, ya lo sabe! En consecuencia, para llegar a su destino, con la oportunidad deseada, el peatón vive su dilema existencial: esperar que pasen todos los “Señores Carros” (tocando su claxon o bocina: se creen vuvucelas del futbol sudafricano) o cruzar la pista.

Si espera que pasen todos los “Señores Carros”, se toma su tiempo, coge su reloj de arena y espera con paciencia.  Al igual que cae cada granito de arena, uno por uno, segundo por segundo, cuenta, con paciencia sacrosanta, como Jesucristo en su Vía Crucis, cuántos granitos de arena han caído o sea, pues, cuantos “Señores Carros” han pasado.
Si no está dispuesto a ello: se viste de torero, con sus mejores galas para las faenas de las corridas de toros del Señor de los Milagros; se encarna en el coraje de los guerreros medievales y coge su escudo de armas (la lanza, no; la espada, tampoco; la cachiporra, por supuesto que tampoco: sería desigualdad en su lucha contra los “Señores Carros”, así lo tipifica del Código Penal, de un país que no es el Perú); toma el cuerpo de un malabarista ruso y se atreve a cruzar la pista;  reza a Dios que todo lo provee y, a semejanza de las arengas impactantes de las barras bravas del fútbol, grita para sí mismo: ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! ¡Sí se puede!

¡No se pudo!
El cortejo fúnebre está por llegar al cementerio. ¡Sí! a  la puerta que nos llevará al cielo o tal vez al infierno, según la prédica religiosa.  El peatón que creyó ganarle al “Señor Carro”,  con sólo armarse de coraje y repetir frases motivadoras de los líderes de la autoestima,  como el “¡Sí se puede!” ahora descansa en paz, porque el cielo es el reino de su gloria. 
Estimados lectores: siempre en bueno tener fantasías, sueños o pesadillas. Felizmente, este drama no se vive en Trujillo, del Perú. ¿Di? o ¿Sí? 
“Pase usted, Señor Peatón”
Nos habíamos detenido en una esquina, donde no hay semáforo ni policía de tránsito. Cuando quisimos cruzar la pista miramos  -¡si o si!- a nuestros cuatro lados: al frente, a nuestro costado izquierdo, a nuestro costado derecho y a nuestro atrás (o sea a nuestra espalda). Nuestra cabeza giró (si no girábamos igual, nuestros ojitos hubieran mirado con el “rabito del ojo”, a hurtadillas), para visualizar que no haya carro a la vista.
En ese instante, ocurrió lo insólito: esperábamos que los carros desfilen como en el corso del Festival Internacional de Primavera de Trujillo (Perú); sin embargo, los conductores detuvieron sus vehículos.  Con duda, ante esa nueva realidad existencial, surgió el dilema: ¿cruzar? o ¿no cruzar? ¿Serán secuestradores? ¿Serán “marcas” o como quiera  tipificarlos el Código Penal de un país que no es el Perú? ¿Serán del ex - SIN que nos han seguido hasta Bogotá, Colombia? Las dudas y la incertidumbre se apoderaban de nosotros.
El carro se había detenido, exactamente medio metro antes de la “cebra” (por si las moscas: señal de tránsito que indica la zona para los peatones). La luna de la ventana, bajaba lentamente – nos van a acribillar a balazos, pensé-. ¡Qué equivocados! Falsa percepción, el conductor (porque los choferes se quedaron en su casa), con la cabeza fuera de la ventana nos dijo, con tono amable y con sonrisa angelical: “Señor, pase usted, señor”. Rápidamente miramos a muestras espaldas, porque esa frase no era para nosotros: en la madrugada, habíamos llegado al aeropuerto de Bogotá y era nuestra primera salida a las calles –cuyos habitantes, con orgullo, pregonan, desde el 2007, su mensaje institucional: “Colombia, el riesgo es que te quieras  quedar”.
¡Oh, sorpresa nuestra! A muestras espaldas no había nadie. Otra vez, con voz insistente, el mismo conductor volvió a repetir: “Señor, pase usted, señor”. Mientras escuchábamos nuevamente aquella amable voz. Contamos –a vuelo de pájaro- más de una docena de carros esperando desfilar, sin creerse vuvucelas  del futbol sudafricano. ¡Se los juro, por mi madrecita: No escuche ninguna bocina, ni un “¡carajo!”, ningún “¡ya pues, m…!, “¡pasa rápido co…!”, “¡ya pues con.. de tu ma..!” (“¡la tuya!”, respondemos, a veces, en silencio) que habitualmente escuchamos en una ciudad que aún añora a su Madre Patria que la conquistó.
Ni tontos, antes que vuelva a repetir  “señor, …” cruzamos la pista. Ya en la vereda, presenciamos los carros pasar como en solemne y patriótico Desfile Cívico Militar de fiestas patrias. Éramos autoridades de las calles. Los conductores desfilaban gallardos, con una sonrisa “a flor de labio”, con mirada comprensiva (no lastimera ni burlona ni “chachacienta”), con la satisfacción de tener en su conciencia su cultura: “Pase usted, Señor Peatón”, sin un sonido de claxon o bocina, liderada por Alcaldía Mayor de Bogotá DC. hace varios años.
El riesgo es…
Pase usted, Señor Peatón” (¡Sí, con mayúsculas, aunque los lingüistas me desaprueben) no es una simple frase, no es un simple código, no es un simple slogan publicitario. Es un concepto, una idea enraizada en la cultura de los ciudadanos (conductores y peatones) de Bogotá expresada en actitudes y comportamientos, que se sustenta en los avances que ha tenido no sólo la ciudad sino también el país colombiano en materia de seguridad, economía y calidad de vida. Por ello, el mensaje: “Colombia, el riesgo es que te quieras quedar”.
En  Trujillo del Perú, la cultura es –¡por ahora!- “Pase usted, Señor Carro”  (hasta multa nos van aponer por no respetar a los “Señores Carros”). Si esta cultura sigue igual, tendremos que decir: “Trujillo, el riesgo es que nos podamos ir… a la tumba”, como ya las estadísticas policiales sobre accidentes de tránsito así lo revelan.
El despertar
En la esquina que une la avenida que recuerda a la madre patria que nos conquistó con la calle que perenniza la memoria de gesta de la independencia (“Somos libres, seámoslo siempre”), con voz amable y sonrisa “a flor de labio”, con la calma de los ángeles del cielo, un chofer de carro me dice: “Pase usted, Señor Peatón”. Iba a cruzar la pista… de pronto ¡desperté! de ese sueño que sigue siendo sueño aún. Estaba en Trujillo del Perú, y mi vida estaba en peligro, debía caminar con los cinco sentidos despiertos en estas las calles peligrosas.
INSTITUCIONES COMPROMETIDAS
La ONG “Interforum y Desarrollo Humano” ha diseñado la campaña de comunicación y educación: “Pase usted, Señor Peatón”. Auspicia: Colegio Profesional de Relacionistas Públicos del Perú – La Libertad y la Red de Prensa Turística del Perú (Reptur Perú).
Integran la ONG “Interforum”: Raúl Rivero Ayllón (presidente). Diego Salomón Chico Barrantes (vicepresidente). Ana Cecilia Vásquez Días (directora secretaria). Cynhia Analia Reyes Reyes (directora economía y finanzas). José Luis Castañeda Borrego (director de Relaciones Públicas). Luis Ernesto Ortiz Burga (director de Desarrollo Humano). Edward Edison Alva Ramírez (Director de Relaciones Internacionales). Vicente Paúl Gastañadui Fernández (fiscal).

Un grupo de estudiantes de la Facultad de Educación y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Trujillo ya están trabajando la campaña de cultura ciudadana.
Los organizadores gestionarán, ante las autoridades (municipales y regionales) y organizaciones públicas y privadas, el auspicio respectivo. Los medios de comunicación están comprometidos con el proyecto.

Raúl Rivero Ayllón
(rivero_ayllon@yahoo.es )

Publicado en el diario La Industria de Trujillo el viernes 8 de octubre de 2010. Sección B.3


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