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viernes, 12 de noviembre de 2010


Nada más imprevisto:
¡viajar en una combi o micro!


Foto : Ciudadano Jesús Damián, Av. Juan Pablo II
¿Quién que ha subido a un microbús o una combi no se ha sentido incómodo, temeroso o frustrado? Al menos yo he perdido la cuenta de cuántas veces subí y bajé del microbús o la combi tan aprisa que, afortunadamente, lo único que se me pudo caer fue un zapato, porque perder la vida sería lo peor.

¡Cuántas veces se aceleró mi corazón! pasando del sobresalto a la impotencia y viceversa, no por un partido de futbol  sino por un conductor que suele sobrepasarse los límites de velocidad o debería decir de su cordura y mínimo respeto a los derechos humanos de los pasajeros y peatones.
¡Cuántas veces presencié lo imprevisto, lo desagradable, lo impensable!: el pasajero ebrio que se tropieza, discute o vomita, o a la pareja conflictiva sin timidez al escándalo, al arte de magia de desaparecer las cosas, a los empujones y pisotones, al microbús repleto de personas que cada vez se asemeja a los vehículos de carga, a los miles de conductores daltónicos no por deficiencia sino por costumbre a la imprudencia.
¡Ya perdí la cuenta de cuántas veces el microbús o la combi que me transportaba estuvo a punto de unirse a las estadísticas de accidentes de tránsito!, la mayoría por un asunto de excesiva velocidad.
No intento victimizar a los pasajeros ni peatones, quienes son los más vulnerables en circunstancias de riesgo, porque también hemos contribuido a mantener esta situación de desorden, peligro para la vida, la salud y para nuestros propios derechos humanos ¿Cómo? Pues de una forma similar, esperando el microbús, combi o taxi en cualquier esquina,  cruzando la calzada con imprudencia por zonas indebidas o arriesgándonos cuando el color del semáforo no es el indicado por un asunto mayormente de prisa.
Son muchas las infracciones que cometemos diariamente, tanto peatones como conductores. Por ello, no podemos responsabilizar completamente a un grupo a los choferes (“señores carros”) sino aliarnos para exigir un mejor sistema de transporte a las autoridades. De igual manea, a nosotros mismos, porque somos los testigos más cercanos del servicio de transporte público y podemos comunicarnos para hacer respetar nuestros derechos, pero a la vez para cumplir con nuestros deberes.

Marysabel Guerrero Mendoza

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