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sábado, 11 de febrero de 2012

Reflexión


Vidas truncadas en la plenitud de su desarrollo, ilusiones y sueños rotos por la fatalidad y la mala suerte, congojas llantos y pesares entre los familiares y amigos, preocupación de autoridades y legisladores quienes se apresuran a tomar acciones para prevenir estos lamentables hechos que cada cierto tiempo nos golpean y que se llevan con violencia las vidas de adolescentes, y a veces niños, en una incomprensible fatalidad del destino.
Mucho dolor nos causan estos accidentes (lógicamente me incluyo y adhiero al dolor), pero creo que como sociedad deberíamos hacer algo más de lo que hemos hecho hasta ahora.

Se legisla para endurecer la ley del tránsito. Se ha inventado un sistema de puntos que serán descontados de acuerdo al nivel de pecado de cada conductor. Pero el tema es que nadie se preocupa de la raíz del problema, nadie apunta al génesis de los hechos, a nadie le interesa porque si lo hacemos estaremos todos fritos. Por ejemplo, el tema del adolescente que manda en la casa es una de las principales causas del problema. Hoy los padres son incapaces de impedir que los jóvenes tomen.

Ni siquiera son capaces de impedir que se emborrachen, menos de que vayan a divertirse con los amigos, menos que regresen a una hora razonable. Lo único que hacemos es dar la carabinerística orden, cuando se van, diciendo: ¡tenga cuidado pués! y con eso ya hemos cumplido con nuestro deber de formadores. Es demasiado difícil lidiar con los jóvenes. Con esto de los derechos humanos, con la no violencia, con el acuérdate que tu también fuiste joven, con la mamá remando contra el papá.
 El problema es que cuando ocurre el percance, los padres deudos darían su vida por haber dedicado más energía, por haber pasado a llevar esos derechos juveniles, si eso les trajera de vuelta la vida de sus hijos.

Dejo lanzada la idea. Creo que lo de esperar a la salida de las fiestas es una gran solución en vista de que dominar a los muchachines en la casa es tan difícil. Incluso se podría complementar con una modificación a la ley del tránsito: aplicar la misma pena que al chofer, a todos los acompañantes, por colusión para cometer un delito. Estoy seguro que ocurriría una de estas dos cosas: se solucionaría el problema en forma gradual o terminaríamos por abolir la ley debido a la imposibilidad de su aplicación.

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