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miércoles, 10 de noviembre de 2010

INTERFORUM presenta informe de investigación sobre seguridad vial
 Veredas y pistas peligrosas
en  la Avenida Juan Pablo II
UNIVERSITARIOS EXPUESTOS A ALTO RIESGO. CIUDADANOS DE LA TERCERA EDAD Y CON LIMITACIONES FISICAS NO PUEDEN 
CRUZAR LA PISTA EN HORAS PUNTA. SE DEBE REMODELAR OBRAS DE INFRAESTRUCTURA.

Foto: Elizabet Sotomayor, Av. Juan Pablo II (UNT)
Ayer nomás me sentí como torero novato en el medio del ruedo. Fue sin querer queriendo. Confieso que fue estúpido hacerlo, pero no tenía otra alternativa. Quise llenarme de los aplausos de mis amigos. Lo hice, pero me pasé el susto de mi vida. 

El sol era espléndido. Los toros se me veían encima. Los documentos que tenía en mis manos fungían de capa y, a veces, mis brazos de espada. Lo extraño de esta faena es soltaron toros más bravazos que los de Chuquizongo que salían de tres corrales distintos. Un ¡Olé! se escuchó en las tribunas; un segundo ¡¡Olé!! retumbó, para orgullo mío, en mi cabeza.


Cuando iba a acabar la faena (Rabo… rabo de oro me darán, pensé). En un instante supremo, caí mortalmente herido, abatido atormentado por el sol de medio día y la arena que quemaba. Sin embargo, antes que mi espíritu se elevará al cielo, o tal vez al infierno, gracias a Dios me desperté.

Estaba en la intersección de la avenida Juan Pablo Segundo con la calle Dean Saavedra. Sí en aquella que comprende toda la extensa fachada de la Ciudad Universitaria (“La única”, es su slogan”), dicho sea de paso la maravilla del mundo por su mural más largo y, por donde desfilan todos los años las waripolas (¡Qué waripolas! norteamericanas), y también las reinas de belleza, carros alegóricos y demás danzantes del festival de primavera trujillano.

Campañas de seguridad
Como la Municipalidad Provincial de Trujillo y el Ministerio de Transportes y Comunicaciones de La Libertad habían celebrado la semana de la Seguridad Vial, como debe ser: con todo el rigor de la celebraciones y campañas educativas propias de la fecha anual. Concientizado de respetar las reglas de tránsito peatonal, decidí cruzar la pista por donde deber ¡caramba! Es decir, por la vereda y no sobre los jardines porque a las plantas y flores de las respeta, y a la autoridad también.

Un policía de tránsito transitaba por allí; al igual que una escuadrón de emergencia. Además, una ambulancia con su sirena me crispaba los nervios: parecía que estaba esperando para llevarme en hombros a la morgue (medicina legal, le llaman ahora). Y, con su vestimenta blanca, bien blanquitas, estaban las señales de tránsito: la cebra (pase del peatón) y las flechas que guían el recorrido que deben seguir los señores carros. Claro, además estaban los Inspectores de Tránsito de la MPT para vigilar que los choferes cumplan con las normas (¡qué se habrán creído!).

¿Imprudencia peatonal?
Así en este contexto no tuve más alternativa que seguir las enseñanzas de las autoridades. Lentamente, caminé por la vereda del mural (nominada al Word Record Guinness), ubicado en la Avenida Juan Pablo II. Tenía que cruzar la avenida (con pista de doble sentido) en dirección a la calle Dean Saavedra. Respeté la obras de infraestructura diseñada por ingenieros y arquitectos. Camine por la veredita que me indicaba la ruta para cruzar la avenida. Cuándo estaba a media avenida. ¡Oh, my god! (¡Oh, Dios mío) los señores carros me atacaban como la embestida de los toros de mi sueño.

Unos señores carros venían de frente, otros por el costado derecho, otros por mi espalda (¡Oh, my god!) por allí tengo que tener mucho cuidado. Otros daban vuelta en “U” (seguro que no eran hinchas del Alianza Lima). Y yo, al centro, como el torero de mis sueños. Miré a mi derecha, buscando un escudo que me defendiera, a mi izquierda también. La barrera salvadora (bermas, al medio de la avenida) estaban tan lejos de mí, que si corría en diagonal a protegerme en ellas, los señores daros que daban la vuelta en “U”  me atropellarían.

Por su puesto que tenía otras alternativas menos riesgosas. Nuestras autoridades, ingenieros y arquitectos lo han calculado todo. La otra opción para cruzar la avenida era siguiendo las señales de tránsito para el peatón (la cebra). Bien blanquita y ancha ella, excelentemente delineada, recién pintadita. El único detalle (insignificante nomás): para cruzar la pista por la cebra tenía, irremediablemente, pisar el césped o las flores del jardín tanto de la vereda principal como de la berma. ¡Si! Te lo juro hermano. Franco, no te miento. No me crees. Anda al lugar que te cuento y, con tus mismos ojos, solitito te darás cuenta que no es novela, que no te estoy contando cuentos.

Para “chapar” mi combi
Allí, en ese mismo lugar, si quiero tomar una unidad de transporte público (taxi, micro o combi) también los ingenieros y arquitectos, ¡no te dije! lo han calculado todo. Primera opción: respetar la infraestructura de las veredas y pararme en la veredita que existe para que “yoni” o sea “yo”, pueda tomar mi unidad móvil. Pero al hacerlo, me di cuenta que obligaba al chofer a incumplir las señales de tránsito. Se tiene que detener unos cinco metros inmediatamente después de la cebra. Obviamente, hay que ponerle multa por infringir el reglamento de transito, en plena avenida pues.

Si quiero bajarme del taxi, micro o combi, el chofer muy respetuoso de la obra pública se para exactamente a la altura de la veredita para bajar y pisar tierra firme. No te dije ¡todo está calculado! Exactamente, medido por un regla de treinta centímetros, coinciden la puerta del taxi o combi o micro con el ancho de la veredita y de allí a una vereda más grande (peatonal le llaman). Ah, me olvidaba, en los bordes de la veredita están, en ambos lados, el césped y las flores también.

En esta obra pública, según sus constructores, no existe ningún problema porque los pasajeros con perfecta armonía con el chofer, podrán bajar o subir ¡Con mucha facilidad y seguridad! Matemáticamente está calculado, el ancho de la veredita es la más adecuada: “Sobrao pasa un peatón, que más quieren”, ”¡Hermanito!, más que suficiente para que pueda transitar con toda tranquilidad y seguridad”, “Hay que tener en cuenta los derechos humanos de los ciudadanos, ¿no te parece? ¿Di?

La realidad
Pero, ese bendito “principio primacía de la realidad”, que algunas veces se olvidan los fiscales y jueces de nuestra modernidad jurídica a la hora de motivar sus resoluciones, ¡nos dice!, ¡nos dice! y ¡nos vuelve a repetir! A veces, es imposible que suceda en la vida real lo que se calculó teóricamente.

Efectivamente, las combis, micros y taxis, rara vez se detienen exactamente a la altura de la veredita. Entonces, el pasajero, al bajar tiene que pisar el césped y las flores del jardín. Y, si baja de un microbús tiene que ser equilibrista de circo: “pie derecho,” “pie derecho carajo” y como no somos matemáticos ¡al suelo se ha dicho! porque mi pie no alcanzó con precisión de ingeniero y de arquitecto en el sardinel que rodea al jardín y a las flores, entonces si pierdo el equilibrio atentaría contra la madre naturaleza (¡Qué peatón imprudente! ¿Di? Si quiero evitarlo caeré sobre la pista, debajo del carro nomás.

Felizmente, los peatones trujillanos, especialmente los miles de universitarios de la UNT, y cientos de ciudadanos de a pie (incluido personas de la tercera edad y con limitaciones físicas), que no tienen dinero “ni pa’ su combi”, que transitan por la Avenida Juan Pablo II son toreros, “jugadorazos”, equilibristas de circo, matemáticos, malabaristas y “gatos de siete vidas” que no les pasa nada, cuando cruzan la avenida en dirección de la calle. Felizmente, digo yo, con ingenuidad y conformismo. ¡Qué vamos a hacer pues!... Sí pues, hasta multa te caerá por no respetar el nuevo Reglamento General de Transito.

Importante:
INTERFORUM sugiere a la Municipalidad de Trujillo remodelar las veredas de la intersección Juan Pablo II con la calle Dean Saavedra.

La obra de infraestructura física (veredas, jardines, sardineles) no son coherentes con las señales de tránsito, en función del peatón.

La obra es de alto riego. Personas de la tercera edad y con limitaciones físicas de diferente naturaleza, no pueden cruzar la pista.

Durante los últimos quince días, no ha ocurrido ningún accidente; pero sí escenas de película como los casos narrados. No esperemos que ocurra para recién preocuparnos en “hacer algo”.


Raúl Rivero Ayllón
(rivero_ayllon@yahoo.es )

Publicado en el diario La Industria de Trujillo

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